Cómo llegó Risan al Imperio Romano y por qué deberías verla

Cuando Roma, en el año 27 a. C., decidió poner orden en la costa adriática, y en concreto en la actual Risan, surgió aquí una nueva provincia: Iliria. Sus fronteras se extendían desde el mar Adriático hasta Epiro, en Grecia. Es cierto que los lugareños no estaban nada contentos con los nuevos "huéspedes" y se resistieron activamente. Pero los romanos, con persistencia, comenzaron a poblar las tierras con su gente y funcionarios, promoviendo el estilo de vida romano.
Risan, que en la época romana se llamaba Rhizinium, se convirtió rápidamente en una ciudad importante. Recibió el estatus de ciudad fortificada con plenos derechos de ciudadanía romana.
La ciudad floreció en los siglos I y II d. C., cuando el Imperio Romano estaba en el apogeo de su poder.
Y mucho antes, bajo el reinado de Gentius, los lugareños tenían los mismos derechos que los romanos. Eran libres y estaban exentos de todo impuesto, algo muy poco común en aquella época.
¿Qué queda de aquella época?
En el lugar de la antigua ciudad hoy se encuentra un complejo arqueológico con los restos de una lujosa villa romana y mosaicos perfectamente conservados que datan del siglo II d.C.

Era una auténtica "finca urbana": una casa opulenta con patio interior y suelos de mosaico, considerada lujosa incluso para los estándares romanos. Estaba ubicada en pleno centro de la ciudad y era muy cara.

Los mosaicos fueron descubiertos en 1930 por Dusan Vuksan, director del museo de Cetinje. También descubrió que el antiguo asentamiento se encontraba originalmente en una orilla del río, pero tras terremotos y cambios en el relieve, llegó a la conclusión de que la ciudad se desarrolló desde la otra orilla y creció casi hasta el cabo Rtac. Probablemente allí había muchos edificios monumentales.
Cómo fueron las excavaciones
Las obras se llevaron a cabo en la zona de Pješčina, junto a la antigua carretera Risan-Grahovo. Todo marchaba bien hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El arqueólogo italiano Valenti continuó las excavaciones en 1942, pero debido a la guerra, volvió a enterrar todo para evitar daños. Sin embargo, al ser la época de la ocupación italiana, dicha protección no funcionó, por lo que la mayoría de los mosaicos resultaron dañados. Las obras se reanudaron en 1956 y continuaron hasta 1960.
¿Qué puedes ver hoy?
El complejo ocupa 790 metros cuadrados. La villa es de planta rectangular, con salones simétricos y un pasillo central. Es un ejemplo notable de la arquitectura romana típica de esta zona del Adriático, que se conserva en muy buen estado hasta nuestros días.

Los suelos de las habitaciones están decorados con mosaicos. El más llamativo es la imagen del dios Hipnos, basada en un pequeño mosaico que alterna con figuras geométricas (círculos, triángulos y rombos). Algunos círculos tienen una roseta de ocho pétalos en el centro. En la antigua Roma, estas flores solían decorar la arquitectura, los artesonados de los techos y las estelas.
¿Por qué exactamente ocho pétalos?
El ocho es un número asociado con los ciclos lunares y el año solar. Esta flor solía simbolizar ciclicidad, protección y vitalidad. Estaba estrechamente asociada con las diosas de la fertilidad. En Roma, se consideraba que esta roseta aportaba protección, armonía y energía femenina. Era un símbolo ideal de armonía: la forma del sol y una flor al mismo tiempo, una imagen protectora que protege el hogar, el ser humano y la tierra.

El propio dios Hipnos se representa como un joven semidesnudo, medio tumbado. Si se observa con atención, se pueden ver alas plegadas tras sus hombros. El culto al dios Hipnos se originó en la mitología griega y hablaba de un apuesto joven que tocaba los ojos de las personas cansadas y las adormecía con una ramita lavada por el río del olvido.

Los mosaicos de Risan son un vestigio de una civilización donde cada fragmento de un patrón, cada pétalo, no es solo una decoración, sino una vida real vivida, sentida, construida y creída. Aquí, en el corazón de Boca, una villa romana nos recuerda que, incluso después de dos mil años, la belleza no desaparece.